Venezuela vista desde la India
Los indios huelen rico. Tienen una dentadura envidiable y caminan derechito.
El porque llegaron a este nivel de mugritud en la ciudad todavía no me lo explico. Hay partes que huelen a rata disecada después de lluvia con cloaca, y sin embargo viven con una sonrisa entre colores.
La idiosincracia es de absoluta consideración con el otro. Hasta en el caos del tráfico existen coordenadas de amabilidad. La India me recuerda a Venezuela, a la de mi memoria, mediados de los 90, cuando cada día te regalaba una anécdota simpática que compartir en la calle. Esto cambió. A mi país lo cambiaron.
Ser de ninguna parte, ser venezolano.
Hace no mucho tiempo tropecé con una suerte de sabia, mujer de años en esta tierra con cientos de historias bajo la piel, me aconsejaba un poco más de concentración en mis asuntos, lo que ocurre con los otros « no es realmente tu problema ».
Creo que el hacerse emigrante nos invita a eso, pero también te involucra con el otro, con ese « otro » que dejaste en tu país y que está cada día más olvidado, y con estos nuevos « otros » con los cuales te toca aceptar un tiempo histórico en el cual aterrizó tu vida. A los judíos entre 1939 y 1945 les tocó un horror como el de Hitler, a los venezolanos nos ha tocado Chávez, estos dos personajes carismáticos, déspotas y megalómano llevó a sus países al caos, al odio y a la destrucción. Venezuela fue dividida en dos, chavistas y escuálidos, ahora está repartida entre mil divisiones, los que se fueron se vuelven a dividir, los que se quedaron siguen dividiéndose.
El gobierno ríe.
Estuve en el Líbano, Beirut y no me vi en otros rostros, todo era nuevo, incluso esa ciudad entre la guerra y la reconstrucción es algo que nunca había presenciado. Beirut duele, duele escuchar disparos en Baalbek y no saber qué ocurre, pero tienes la certeza que es la guerra. Sin embargo está esa maravilla de la arquitectura, y ese pueblo que convive con sus fronteras religiosas. En febrero del 2016 estuve en Caracas, vi una ciudad arruinada, pensé en Beirut, pero faltaba convivencia, habías disparos, pero no una lucha religiosa. Supe que entre sus muros ahora también hay una guerra.
De Bangalore a Caracas.
La India va mas allá. Están abiertos a compartir, les gusta que les tomen fotos, intentan no sólo ser amables, son dulces, no están preocupados por el turista, se ocupan del turista.
Así que el tema de la basura es chocante, la pobreza duele, fue la primera vez que vi tanto tercer mundo condensado, pero la amabilidad y dulzura convencen de que estamos en un sitio especial.
Cuatro días en Bangalore, aquí no vale decir « usted ha corrido varias plazas sino varios templos»
Mi familia india había alquilado un apartamento en el centro de Bangalore. Estudio con cocina y baño, que más podía pedir, internet lento pero cama firme y limpia.
Segundo día en la India, vacas que transitan en el tráfico como si nada, forman parte del paisaje urbano, nos guste o no. La noche late con fuerza en esta India que conocí, así como en los 90 había vida en las noches caraqueñas. Los indios se visitan a media noche como si fueran las tres de la tarde, comen a toda hora y conversan, no bastante esto se paran temprano y de buen humor, por supuesto son cariñosos y se despiden como si se fueran de viaje por un año.
Historia de un tren. La pobreza en la India viaja en tren, en última clase. No es una pobreza que puedas pensar como transitoria, es una pobreza de estado, dura, arraigada, transmutada en vida diaria, va de generación en generación, no tiene salida fácil. En India el alcohol tiene un alto impuesto por lo que el alcohólico deja lo que recoge en la botella y vuelve al suelo para nunca ser recogido. Es duro, parece un cadáver momificado, en Paris los (SDF, no vagabundos, no clochards, Sin Domicilio Fijo, suelen ser borrachos bastante repuestos hinchados de tanto alcohol). En India tienen bajo la piel lo mínimo como para separarse del hueso. Si no fueran oscuros creo podría ver sus órganos. Es poderosamente doloroso.
La decisión de tomar un tren en india fue enteramente mía; sabia que pasar tres horas, atravesar 15 pueblos metida en el 5to mundo traería consecuencias. La pobreza tiene olores, sonidos, texturas, imágenes y pasajes, momentos que trascienden al viaje. En el andén la espera de 45’ dan para una novela del callejón de los milagros. El calor es inhumano, todo transpira, hasta los metales, el suelo, las botellas de agua calientes. Compro dos botellas grandes y ofrezco una a la pareja de mediana edad con quién comparto un banco, es una suerte haber conseguido el banquito. Conversamos un poco sobre mi destino, entiendo lo que se dice un coño el ingles de los indios en la calle. Pero mueven la cabecita y sonríen, les encantó que les invitara el agua. Cuando llega el tren la que se arma para entrar no es normal, mis panas indios me empujan para que entre y son ellos quienes consiguen un puesto sentados para los tres. Es un vagón de metal, como de ex-presidiarios, hay chicas muy jóvenes, tienen esa textura en su piel como tallada en madera y pulida con ceniza mate. Los ojos negros e inmensos me miran repletos de preguntas. Ya no importa el sudor, no lo seco, dejo que corra, no tiene sentido intentarlo. Los olores de mezclan, hay de todo, el tren arranca lento y de paso, jamás será muy rápido.
Ya en el tercer pueblo mis anfitriones comienzan a invitar galletas que venden desde el anden, café dentro del tren, bolsitas de maní, no sé como decirles que gracias pero que n… Me como todo, me tomo todo y espero no morir en esta vaina.
La mirada de amistad es indescriptible, es como si tuviesen una suerte de responsabilidad conmigo. No conversamos mucho, pero nos entendimos todo. Por momentos, son como surcos en el aire, cada quien se desmaya, es el calor, los olores, las chiripas, el desfile de gente pidiendo a gente que necesita, es venta de comidas, de agua, de café, de cosas… Doy rupias, y también dejo de dar, volteo la mirada y quedo enredada en las barras de la ventana que da hacia … la basura, las aguas estancadas, las vacas, cabras, pueblos, escuelas, barrios, mucho verde y mucha agua, a veces creo que voy atravesando el estado Miranda y que en algún momento llegaré a Higuerote. Pegada a los barrotes del tren en cada parara repetía Karunagapalli para ver si no se me mezclaba con Kazhakuttuman, Kadakavur, Varkala, Sasthankotta, Paravur, Kollam Juction, estos son algunos de los pueblos que pasamos. El calor no es normal, es como si en la India a Dios se le olvido hasta silbar. Mis amigos despertaron justo en el pueblo de mi destino. Nos despedimos con la reverencia respectiva y salté del tren el cual no tarda en arrancar.
En India hay comida, 800 tipos de diferentes cultivos de arroz, hay medicinas, ellos dedican una fuerte inversión para la investigación, Bangalore es una ciudad inmensa, allí se encuentra el centro tecnológico más importante del mundo asiático. India es casi un continente, tan sólo di una mordidita a este planeta para mi inalcanzable en otras pocas. India atraviesa, acaricia, hiere y se queda. Es un poco Venezuela en su fauna, flora, ambiente, sonrisas, incluso hay ademanes en el hablar que hacen créer que uno está entiendo, y el inglés tiene una pronunciación tan particular que hasta a mí me entienden.
Pero lo que duele en India es que siendo un país de los más pobres del mundo, hoy día, esté mejor que aquel fuera más rico del continente latinoamericano, Venezuela, la revolucionaria.